Porque existen las imágenes en mi cabeza y porque hay una fuerza, como una arcada, que me impulsan a plasmarlas.
Porque el cine desde su comienzo narrativo se formó sobre la palabra, haciéndola transparente, evitándola casi por ociosidad.
Porque el cine es imaginación casi inmediata, porque el lenguaje visual es inevitablemente así de pragmático, y de ahí su poder comercial y político.
Porque me cuesta traducir lo que veo en mi pantalla en palabras, sobre todo.
Porque así como a él le tocó ser ingeniero, a mí me toca ser director.
Porque apenas sé cómo ordenar un guión.
Y sobre todo
Porque se me cantan los cojones.
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