El contenido de este blogspot son ensayos, artículos, críticas u opiniones acerca del cine y del arte en general. Por favor, no mal-interpretar las intenciones: en el cine como en el arte no hay verdades absolutas, y lo que haya a continuación no es más que un punto de vista por momentos humilde, por momento pretenciosos. Para más info acerca de los objetivos de este espacio, por favor, remontrse a la primera nota.
"PRUEBA=NO ERROR"

12º FESTIVAL DE CINE INDEPENDIENTE DE BUENOS AIRES

El domingo 18 de abril, finalizo el 12º BAFICI, con 442 películas (entre largos, medios y cortometrajes), 12 sedes, 1115 funciones, y más de 200 mil espectadores. Además de las secciónes de siempre (Internacional, Nacional, Cortometrajes, Cine del Futuro y Panorama) pudieron disfrutarse de focos dedicados a los 40 años del Forum de Belín, Foco Visiones radicales desde China, y la retrospectiva de Alain Guiraudie, entre otros.
El cine latinoamericano tuvo una presencia particular muy marcada en el festival, no solo en cantidad de films presentados, sino también en calidad: “Alamar”, del mexicano Pedro González-Rubio (la ganadora del premio principal); la colombiana “El vuelco del cangrejo” de Oscar Ruíz Navia; la brasilera “Os famosos e os duendes da morte” de Esmir Filho; los durísimos documentales “Cuchillo de palo” (Paraguay) y “La quemadura” (Chile), la portuguesa “Morrer como un homem” de Joao Pedro Rodriguez, y las argentinas “Los labios” de Ivan Fund y Santiago Loza (ganadores del premio de la asociación de Cronistas y “Mejor dirección” de la competencia nacional), “Invernadero” y “El pasante”, entre tantas otras.
¿A qué llamamos “cine independiente”? “Independiente” es algo más que una forma de producción; o mejor dicho, fue la forma de producción (películas baratas realizadas por fuera de las grandes empresas/productoras) la que trajo nuevas formas artísticas, llegando a un punto donde ya no importa demasiado la cantidad de plata utilizada, sino esa condición de búsqueda, de innovación estilística; y luego con el tiempo, su propia solidificación en un genero propio: el género “independiente”.
La grandeza de este festival está dada por esa misma búsqueda que plantea y el debate acerca de eso que llamamos “cine (post)moderno”. Es un festival que intenta buscar el punto medio entre las buenas películas y las películas innovadoras (una relación a veces poco injusta, como la crítica en sí). Es por esto que se convierte en “ÉL” festival dedicado específicamente para los estudiantes de cine, por la invitación al debate que realiza película tras película, ese caldo de cultivo increíblemente disparador, y filosófico, en algún sentido.
Podríamos decir que es una de las premisas más correctas del festival la de darle espacios a las primeras y segundas películas de directores internacionales de mostrar su film, pese a que no tenga premios percibidos, grandes actores, o gran calidad técnica, y de esta manera dar un panorama de “lo que sucede” cinematográficamente a nivel internacional. Sin embargo, esta misma característica es su propio karma:
La exigencia del “mundillo” cinematográfico, las ganas de pertenecer y ser reconocido como “director” son tales, que muchas veces llevan a cometer atrocidades. Y el BAFICI es un festival que engrandece esa exigencia. De modo que se ven muchas películas y cortometrajes vacios de aquella búsqueda de “lo trascendental en la obra de arte” en términos de Walter Bejamin, realizadas para “ingresar en ese mundillo” más que para crear una obra de arte en sí. Incluso hay muchas películas que se auto-consideran grandes obras de ante mano, y no hacen más que repetir formulas agotadas, hijas de las vanguardias de los años 60: un cierto neo-realismo italiano venido a menos, y una nouvelle vague francesa que no es más que una mera forma. A mi criterio esta es la mayor falencia, de los realizadores, como así también de los programadores del festival.
La efervescencia, la cinefilia, la pasión con la que se viven esos 10 días que dura el festival; esa sensación de sometimiento al cine, a la pantalla, a la cantidad de películas por día; esa puesta en crisis de uno mismo como artista, son más que gratificantes: un festival tan basto y magno como este no puede más que suponer un acto supremo de amor para con el cine que tanto nos gusta.

Si arte es arte, entonces, es cosa de todos.

Muchas veces, a raíz de charlas con diversas amistades, la gente que no “estudia” disciplinas artísticas específicas y de manera profesional tiende a pedir opinión a aquellos que si la tienen. No me interesa poner el foco o en tela de juicio la posible respuesta que aquellos puedan dar, ni siquiera la actitud; por el contrario, es esta perseverancia de parte del que pregunta la que pretendo juzgar, y el hecho de reconocerse inferiores en cuanto a “criterio” para opinar acerca de un hecho artístico.

“A ver vos, que sabés de cine…” o “yo no nada de teatro, pero la verdad…” son frases que odio con todo mi corazón, porque hablan de alguien que ya ha visto la obra, o ha tenido cierto contacto con la misma, que ya ha determinado un juicio estético valorativo sobre la misma, y que sin embargo cree que lo que piensa/siente (porque en la percepción ,es sabido, son dos términos muy cercanos) es poco, y no solo eso, sino que probablemente esté mal.

Este es un problema muy serio en realidad. Porque sugiere algo peligroso: “el arte es para pocos”. Por eso se acude muchas veces a la voz santificada de quien ha estudiado o realiza producciones artísticas.

Pensar que el arte es cosa de pocos es política de la más fea y dura. Arte es imagen y producto de una sociedad toda, y sus manifestaciones, producciones de personas que tienen la capacidad de ver el todo a través de su caleidoscopio: su propia mirada. Y si esa producción es imagen de toda la sociedad, entonces, no solo nos pertenece, sino también somos partícipes en su génesis y tenemos la posibilidad de disfrutarla en igualdad de condiciones con todo el resto, profesionales o no.

Quien se ha formado de alguna u otra manera en X disciplina, tiene una responsabilidad tremenda, porque es capaz de blandir un poder (conocimiento) y cercenar este tipo de actividad en conjunto. Quien lo hace debe ser cuidadoso, y debe siempre dejar en claro que es uno el que está hablando, y que no es el portador de la verdad absoluta. En todo caso debe dar lugar al debate, porque por lo general cuando las diferencias entre el gusto popular y el personal son muy diferentes, ya no estamos parados en el mismo campo (lo artístico) sino que nos hemos cambiado al de la filosofía, en el mejor de los casos, o en el de la política, en el peor. Y esto, insisto, solo es posible dado su carácter netamente social que tiene el arte, sin pretender dar por social un arte condescendiente y demagógico (creo que esta es la más grande malinterpretación de “arte social”), que es el tipo de manifestación más útil para aquellos que detentan o pretenden detentar el poder. El arte debería ser para la sociedad un bien en sí mismo (no una mediación), sin ninguna utilidad más que esa: la de dar una imagen del hombre, y la de jaquear su existencia, con el pensamiento sugerido que pone en funcionamiento y con los efectos profundamente verdaderos que genera. De ahí su poder, su carácter sagrado.